La esposa de Jacob tendría cincuenta y ocho
El día que las puertas de Belén Jesús cruzó sigiloso
Lentamente caminó hacia el Mesón de Jacob
La gente conversaba con amigos, y niños jugando alrededor
Jesús silbó una canción
y se sonrió con cada niño que vio.
Se detuvo con una pequeña y dibujó
un camello en la tierra y le preguntó:
¿Qué es eso? La niña su cabeza inclinó
para estudiar lo que el Señor dibujó,
y sonriente le dijo: "un camello, Señor"
y posó su dedo en el abultado costado
"tiene una joroba." "Así es," replicó el Amado
"y quién crees que hizo este camello
con la joroba en su costado?
Sin pensar que esto confundiría
Al gremio de los rabíes y ser injuriada,
Dijo: "Dios lo hizo." Y Jesús sonrió,
"Buenos ojos, mi niña, tienes razón.
Oh, Si toda Jerusalén dentro de sus muros fuese capaz
De ver las señales de paz.
Jesús dejó a la niña
con líneas de simple asombro en su cara,
y lentamente fue a encontrar
el lugar donde nació años atrás.
La gente decía que el mesón
Nunca había sido un lugar de prostitución
Porque Jacob era un hombre santo
Y él y Raquel tenían un deseo santo
De casarse, tener un hijo o dos
Y servir a los viajeros que pasaran por el mesón,
Especialmente para los viajantes necesitados
Que traían sus palomillos y deseando
Un lugar donde dormir cerca del portal de Sion.
Se levantaban temprano, y permanecían hasta tarde
Para ayudar a los peregrinos en su jornada
Y cuando el lugar estaba lleno, a algunos,
Especialmente a los pobres, les decían:
"Sentimos que no hay lugar, pero quédense atrás.
Hay mucho heno y catres extras para conciliar el sueño
No hay costo alguno. El establo es menudo
Pero Noé lo guarda seguro."
El fue un regalo de bodas para Jacob
Porque los pastores sabían que ese perro le encantó.
"No hay nada en el decálogo..." usualmente se le oía bromear:
"Que diga que un hombre a un perro no puede amar."
Los niños corrían delante de Jesús
a medida que avanzaba hacia el mesón de Jacob.
La senda rocosa que guiaba al mesón
era profunda, vieja, y empinada
Justo antes de llegar a la entrada.
El Señor tocó una vez, y otra vez hasta que oyó
La voz de un viejo hombre que le indicó:
Aquí atrás. Así que Jesús tomó el sendero
Que guiaba alrededor del potrero.
El anciano de una silla se recostaba
Y ordenó al perro permanecer sentado.
"Mi amigo, no he tenido a nadie
que atienda la puerta por treinta años.
Siento que tenga sus pies cansados del viaje.
El camino a Jerusalén no es muy agradable.
No se preocupe por el viejo Sem.
Es inofensivo como su padre.
No mordería a un soldado romano
Durante la noche en el paraje. Siéntese."
Y Jacob con el muñón de su mano derecha saludó.
"Estamos en una depresión.
Tenemos mucho tiempo para pensar y hablar.
Venga, sírvase del pozo de Jacob,
y dígnese asiento tomar."
El anciano se sonrió.
¿El mesón es suyo? Inquirió el Señor.
Prestado, puede decirse, le pertenece a Dios.
Así el Señor supo que parientes eran
Y se aventuró a preguntarle: "¿Usted recuerda
El edicto que Cesar promulgó
Y que cada uno a su familia empadronó?"
El viejo Jacob dejó ver su dolor:
"¿Son los vientos del norte fríos? ¿Los desiertos secos?
¿Nadan los peces y los cuervos vuelan? Lo recuerdo.
Fue un año horrible y sombrío.
Levantó el muñón de su brazo derecho:
"Tan aturdido estaba, muchacho,
ni siquiera sabía que había perdido mi mano.
¿Sabe lo que me costó albergar al Hijo de Dios?"
El anciano su bastón de cedro tomó
Y señaló alrededor y replicó:
"Vacío. Por treinta años he estado solo
El viejo Jacob, el pobre Jacob con un solo brazo,
Un perro y no hijos. Pero tuve hijos... una vez.
José fue el primero. Era muy pequeño.
Cuando cumplió tres, el Señor nos bendijo otra vez
Con nuestro Benjamín, que en la misma noche nació
En que la familia bendita al mesón llegó.
Y el corazón bondadoso de mi amada Raquel
Se constrenía buscando la manera de albergarlos en el establo aquel.
El hombre era delgado y cansado, usted se parece mucho a él
Y Jesús le preguntó: "¿Por qué tan triste fue?
Aquí esa noche tuvimos una reputación
No había nada en eso que pensar con temor.
Vino de Dios.
Pero en un año el equipo asesino de Herodes llegó
¿Y dónde usted supone que el asesinato comenzó?
No hubo tiempo para orar, o para escapar
O para sacar a nuestro pobre José del lugar
O despedirse de nuestro Ben, de mí o de Raquel
Sólo el tiempo para ver a nuestro amado Ben
Traspasado por una espada hasta su pecho.
Cayó en el instante que daba la bienvenida a esos extraños al pueblo,
Y miró mi rostro con pánico, como preguntando qué maldad había hecho.
Mi querido joven, ¿alguna vez a un hijo ha perdido?
Lágrimas se deslizaron por la mejilla del Salvador,
Su cabeza movió, pero una palabra no pronunció.
"Antes de cobrar aliento para gritar mi dolor
Oí las palabras, un horrendo clamor:
'Matad a todo niño de dos años o menos,
no perdonad a ninguno, ni cometed excesos.
Que sea éste el mayor. Y si queréis permanecer con vida
No permitid que uno escape en este día.'
No tenía espada, ni ningún arma en mi casa,
Pero Señor, tenía mis manos que utilicé como garras...
Tan valiente, mi amada Raquel fue tan valiente
Sus brazos alrededor del pequeño eran como bandas de hierro candente.
No lo soltaba y su espalda soportó cada látigo sin misericordia.
Perdí mi brazo, mis hijos, mi esposa,
Fue el costo de albergar al Mesías en mi fonda
¿Por qué se desapareció y para ayudarnos jamás volvió?"
Ambos permanecieron en silencio .
Jacob se maravillaba de las lágrimas del extraño.
"Soy ese niño que Herodes quería asesinar.
Le diste albergue a mis padres para que vida me pudieran dar,
Y entonces Dios me dejó vivir, y se llevó a tu esposa.
No me preguntes por qué uno debió vivir y morir la otra.
Los caminos de Dios son altos, y lo sabrás a su tiempo.
Pero he venido a mostrarte lo que el Señor preparó en aquel momento
A la luz del cielo le diste lugar
Y en dos semanas mi carne crucificarán.
Pero te aseguro, Jacob, que en tres días de entre los muertos resucitaré
Y pondré mi pie sobre la cabeza de aquel quien sobre la muerte tiene el poder,
Y con vida y aliento me levantaré,
Y a tu esposa, Benjamín y a José también
Y a ti, mi querido Jacob, de vuelta los daré
Con todo lo que el mundo puede ofrecer
Y reinarás conmigo por la eternidad
Este es el regalo del Príncipe de Paz:
Un Cristo en lágrimas por tu tragedia
Y por la eternidad una vida plena.
Traduccion: Jennifer Perez de Arocha